POR:
Pompeyo Arteta Cervantes
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Imagen recuperada en https://www.paraloscuriosos.com/a6763/la-razon-de-por-que-las-vias-del-tren-estan-repletas-de-piedra |
Un desfile intermitente de enmascarados y enmascaradas, con prisa, entregados a la huida en busca de refugio, se les ve con irritación, alguno que otro emite una queja al aire. Huyen de la acción inclemente del sol. En medio de las olas de calor, y la pandemia, esa es la realidad constante en el caribe colombiano en estos días. De la escena se pueden tomar dos elementos: la mascarilla, como medida de protección frente al acecho del virus, y la inclemencia del sol, con sus altas temperaturas, que se podría decir que es un fenómeno climatológico temporal, pero la idea que sobreviene es la del calentamiento global. Estos elementos parten, como consecuencia, de la misma cuestión: la relación utilitaria del ser humano con la naturaleza. El calentamiento global invita a pensar esa relación, no sé si lo harán aquellos enmascarados que veo pasar desde la ventana, pero no deja ser preocupante los costos de la sobreexplotación, a sabiendas que el presente está signado por una crudeza para sobreexplotar el mundo y sus recursos, la voracidad del capitalismo nos lleva en un tren apocalíptico directo al vacío. La salida está en tirar del freno de emergencia.
Hay que situar el tiempo presente en la categoría de
barbarie: la pobreza extrema, el hambre, las extinciones y migraciones de
especies, la separación y derretimiento de casquetes polares, el aumento de las
temperaturas, y toda la crisis climática y ambiental, que pone en riesgo la
vida sobre el planeta, es una barbarie en marcha. Todo ese cumulo de cosas
tiene su explicación en la lógica depredadora del capitalismo, de la dominación
de la naturaleza y el perfeccionamiento de la técnica para la explotación de
una variedad de recursos. En Crítica de la razón instrumental, Horkheimer
(1973) dice: “La historia de los
esfuerzos del hombre destinados a subyugar la naturaleza es también la historia
del sojuzgamiento del hombre por el hombre”. (p. 115). Se ha legado la idea
de que en la explotación desenfrenada del planeta está la base del desarrollo
de la humanidad, legitimando, por igual, la inmensa explotación humana.
Toda la dominación que ha ejercido y ejerce la especie sobre
el planeta, sin responsabilidad axiológica alguna, tiene su repercusión directa
en la vida y la sobrevivencia humana. El decurso de la historia ha estado
caracterizado por una mano, irresponsable, que toma sin importar los costos
humanos y ecológicos. Las grandes multinacionales que persiguen sedientamente
los recursos del planeta, para la agudización de sus proyectos mineros
energéticos y de biocombustibles, tiene en una debacle el equilibrio de los
ecosistemas y, consecuentemente, la seguridad alimentaria. La vida sobre la
tierra, hoy día, pende de un hilo resultado de esa lógica explotadora. La
misión de estos tiempos es derrumbar tales concepciones genocidas con la vida.
Imagen recuperada en: http://comunizar.com.ar/pandemia-sintomatologia-del-capitaloceno/ |
Si se hace el ejercicio de ubicar y posicionar una
alternativa, desde el marxismo, que nos llame puntualmente a cambiar la
concepción de la relación con la naturaleza, se puede ir señalando aquellas
palabras enunciadas por Engels, en su texto el papel del trabajo en la
transformación de mono en hombre.
“Sin embargo,
no nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias sobre la
naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su
venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son
las previstas por nosotros, pero en un segundo y tercer lugar aparecen unas
consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las
primeras. Los hombres que en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otras regiones
talaban los bosques para obtener tierra de labor, ni siquiera podían imaginarse
que, al eliminar los bosques los centros de acumulación y reserva de humedad,
estaban sentando las bases de la actual aridez de esas tierras”. (Engels, 2004, p. 21).
El llamado de atención de Engels es, sin duda, a pensar la
acción que se ejerce sobre la naturaleza, a tener presente las consecuencias de
los actos, las repercusiones de talar un bosque, de hacer minería sobre un
páramo, de verter desechos en el agua, de arrojar inmensas cantidades de gases
de invernadero a la atmósfera, todo ello por no dimensionar la responsabilidad
de los pasos que se dan en el planeta.
La superación de las ideas que colocan a la especie como
poseedora (aspecto que se termina traduciendo, por igual sentido, en poseedores
de vidas humanas), es una necesidad para hacer frente a un desastre continuo.
Avanzar hacia una idea de ser parte integrante de un ecosistema mundial
ampliamente diverso. Algo de ello se encuentra en los manuscritos económicos –
filosóficos, cuando Marx señala:
“Que el hombre
vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el que
debe mantenerse en un proceso constante, para no morir. La afirmación de que la
vida física y espiritual del hombre se halla entroncada con la naturaleza no
tiene más sentido que el que la naturaleza se halla entroncada consigo mismo,
ya que el hombre es parte de la naturaleza”. (Marx,
1968, p. 80).
Hay que desmitificar aquella idea de un ser humano
omnipotente y poseedor del mundo, herencia de la lógica del capital y de la
sociedad divida en clases. Por lo tanto, la lucha por los ecosistemas es una
lucha contra el sistema, resulta irrisorio las aisladas luchas individuales que
buscan concientizar al no usar popotes, cuando la esencia del problema está en
el modelo de producción. Siendo el capital el culpable de los daños a la vida
en la tierra, ha convertido en culpable al consumidor de las necesidades
artificiales del promovido consumismo.
Todos los crímenes contra la humanidad y la naturaleza han
estado regidos y salvaguardados por la categoría del progreso. Por lo tanto, si
sobre algo hay que llamar la atención es sobre la ambigüedad del progreso,
atribuirle una significación rotundamente positiva a este concepto, es
legitimar vejámenes como las bombas nucleares amenazando la poca estabilidad de
la vida, o las amplias deforestaciones en el amazonas y demás amplias zonas de
bosques, o la explotación minera en páramos. La progresión de la técnica debe
estar regida y atravesada por un sentido profundamente axiológico en afinidad
con la vida.
Desde la pluma de un berlinés, llegaban avisos del peligro
de atribuirle una absoluta significación positiva a la idea de progreso,
sustentada en la barbarie a la que se ha visto sometido el mundo, desde la
explotación a las grandes masas humanas, hasta el irresponsable dominio que se
ejerce sobre la vida en la tierra. Walter Benjamin, en su texto el Paris de
Baudelaire, decía:
“Hay que
fundar el concepto de progreso en la idea de la catástrofe. Que esto “siga
siendo así” es la catástrofe. La catástrofe no es lo que cada vez es inminente
sino lo dado. La idea de Strindberg: el infierno no es lo que tenemos por
delante, sino esta vida aquí”. (Benjamin, 2013,
P. 276).
La destrucción constante del planeta, de sus ecosistemas, es
una calamidad diaria, una catástrofe en marcha. El calentamiento global es la
antesala de la extinción de la vida, el precio de la relación utilitaria con el
mundo. Desastrosamente la sobreexplotación sobre la naturaleza, y los
desposeídos, es una realidad continua sumamente agudizada. Hacerse una imagen
de la burguesía en el poder, hoy día, es la de una bola de desquiciados
conduciendo un tren que va directo a un vacío que no ven, pues en la cabina van
saltando sobre billetes y sangre.
Estos enmascarados y enmascaradas que pasan, deben asomarse
a las ventanillas del tren y ver el abismo que nos espera, despertar la
conciencia en estos días es más que necesidad, es una obligación. De cara a todo
el presente, corresponde a los pasajeros asumir la benjaminiana idea de la
revolución: tirar del freno de emergencia.
Bibliografía
Benjamin, W. (2013). El
parís de Baudelaire. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora.
Engels, F. (2004). El
papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Barranquilla:
Editorial ATENEA LTDA.
Horkheimer, M. (1973). Crítica
de la razón instrumental. Buenos Aires: Sur.
Marx, K. (1968). Manuscritos
económico - filosóficos de 1844. México, D. F.: Grijalbo.
Muy bueno tiene fluidez y concordancia con la realidad
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