AL AMIGO, AL CAMARADA NÉLSON FAJARDO
Conocí por los años ochenta del siglo XX a Nélson
Fajardo, cuando regresaba de realizar sus estudios en la República Democrática
Alemana, ya hace cerca de cuarenta años. Iniciaba nuestra actividad docente
universitaria y desde los primeros días me impresionó su disciplina y capacidad
de trabajo, que algunos le adjudicábamos a esa formación alemana que nutrió a
varios colegas formados en los denominados países del “Este”, pero que él,
siempre con una sonrisa socarrona le atribuía a su padre, uno de los pioneros
de la radio en Colombia. Con orgullo defendía sus dos apellidos, “Fajardo” y
“Marulanda”, los cuales evocaban según su propia narración, la disciplina de
vida y el compromiso con la transformación del mundo. Dos rasgos de su carácter
que admiraremos siempre.
Compartimos durante estos largos años momentos
inolvidables, otros estacionarios y muchos complejos. Nunca olvidaré su pasión
por la vida que se expresaba en su forma más sublime y cultural, la danza. Un
economista bailarín muy bien dotado que seducía las tragedias de la vida al
ritmo de la salsa y el bolero; y al mismo tiempo, a muchas mujeres. Entre
nosotros era famosa su danza porque en algunos instantes entraba inspirado en
contacto con las divinidades de Changó y Yemayá. Se convertía en el orisha de
la justicia, de los rayos y del trueno, al lado de la reina del amor. Nélson
estaba constituido de esos elementos: fuego y amor.
Siempre caminamos juntos en esos dos descubrimientos
que, en términos del viejo Kant, son los más difíciles que ha inventado el ser
humano: la educación y la política. Su respiración y su conversación siempre
transpiraba la pasión por la Politeia y la Bildung. No podía
comprender el mundo y la sociedad ausentes de la escena de lo común, lo
colectivo, lo público y para ello había que esmerarse cada día en la
autoeducación y la formación ideológica. Su legado en este paso por la vida
siempre tendrá que ver con los múltiples esfuerzos por afianzar una verdadera
educación política y económica en la izquierda colombiana. Su persistencia en
los proyectos formativos, en medio de la sordera de muchos, aún resonará
durante décadas, y tal vez, siglos.
El profesor Nélson era un ser humano que se expandía
más allá del orden exclusivamente familiar, tal vez, porque no creía en el
orden de la familia burguesa, o porque su “ser genérico”, en términos de Marx,
era la especie como totalidad, que en su caso se concretaba en sus estudiantes
y en todo luchador revolucionario ávido de formación ideológica. Cuando se
trataba de escuelas o tareas de educación siempre se candidatizaba, parafraseando
otra vez al filósofo de Tréveris, “nada de lo que aluda a formación, me puede
ser ajeno”.
Aprendió a vivir con esmerado estoicismo la enfermedad
y los diálogos interiores con la muerte. Aún en los momentos más difíciles
continúo convocando y organizando proyectos futuros como si tuviera un pacto
con la eternidad. Hoy ante la despedida recuerdo nuestras últimas
conversaciones siempre colmadas de futuro. Su amor flamígero por la vida ante
la presencia de la muerte se transmutaba en iniciativas políticas, ediciones,
escuelas y continuidad pedagógica en aquella especie que aún está decidida a
cambiar el mundo.
Adiós al amigo, al camarada, al profesor Nélson Fajardo Marulanda, siempre rememorando y proyectando su legado.
COMITÉ EDITORIAL
REVISTA LÍNEAS DE FUGA
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