Yebrail Ramírez Chaves
¡No, no es la paz, sino la guerra a
ultranza lo que las trabajadoras de París están reclamando!
¡Hoy, una conciliación sería una
traición!
Manifiesto de L'Union
des Femmes
6 de mayo de 1871
Viernes 26 de mayo de 1871, en la rue de Saint-Antoine, pleno corazón de París resguardado por dos imponentes barricadas y un grupo reducido de combatientes populares, las tropas oficiales del gobierno de Adolphe Thiers –alojado en Versalles– se disponen a barrer las últimas resistencias comuneras, mientras en el resto de la ciudad seguía consumándose la masacre que daría paso a la Tercera República de Francia. Ese viernes fue uno de los últimos actos de la Semaine sanglante, aquella en la que el orden, la propiedad y la religión de nuevo reinaron para el jolgorio y la tranquilidad de les honnêtes gens. Burgueses, burócratas y aristócratas, que en su mayoría huyeron despavoridos ante el histórico levantamiento de los proletarios de París el 18 de marzo del mismo año, retornaban soberbios después de culminada dicha Semaine, pasando –entre asqueados y alegres– por encima de centenares de cadáveres, riendo burlonamente ante los luchadores capturados, clamando ejecuciones en masa, calumniando y señalando con el índice a los sobrevivientes pobres, brindando por la derrota de una revolución y la salvaguarda de sus fortunas.
En aquellas dos barricadas, de las últimas en pie ante la arremetida brutal de las fuerzas de Versalles que ya completaba seis días, se destacó una mujer comunera, que con dureza y arrojo revolucionarios, empuñó y disparó el fusil contra el ejército de los opresores. Elisabeth Dmitrieff, la bella joven rusa de 20 años que hechizó a innumerables jóvenes luchadores, asumió este como su último y su máximo combate de vida por la emancipación humana, y plantó resistencia a los invasores. En medio de los intensos combates, que ya se prolongaban hasta las horas de la tarde, con las balas y los bombardeos del ejército de Thiers lloviendo sin cesar por todo París, Dmitrieff fue alcanzada por el fuego enemigo, resultando herida junto a uno de sus compañeros de lucha, Leo Frankel. Parecía que estaba sellada su sentencia. Los soldados del orden burgués francés, en su Santa Cruzada contra la Comuna, no solían cargar con muchos prisioneros. La gran mayoría de los proletarios alzados, aun en estado de indefensión, eran torturados y asesinados luego de culminados los enfrentamientos. Y seguramente Dmitrieff no sería la excepción, siendo comunera, extranjera, acusada de pétroleuse[1], fundadora y dirigente de L'Union des Femmes y miembro de la Internacional.
Pero Elisabeth, con su pericia y voluntad, a pesar de sus heridas y con París invadida y sitiada, logró eludir la muerte y, socorriendo a Frankel, escapar de la ciudad hasta llegar de nuevo a su natal Rusia, donde nació el 1 de noviembre de 1850, exactamente en Volok[2]. ¿Cómo fue el camino para que esta joven aristócrata, hija de un oficial zarista, asumiera como propia la causa de los explotados y oprimidos?
Luego de un activismo
estudiantil precoz en San Petersburgo, Dmitrieff se trasladó a Ginebra en
1868, donde, a sus 18 años, organizó diversas cooperativas del trabajo y cofundó
la sección rusa de la Internacional. Más tarde viajó a Londres como delegada de
su seccional y entabló relación con Karl Marx. Fueron tales sus capacidades
políticas e intelectuales que, inmediatamente después de estallar la rebelión
comunera, fue encargada por la Internacional, previa propuesta de Marx, para viajar a París a cumplir dos misiones: a) participar activamente en la lucha
revolucionaria y b) documentar el
acontecimiento y recoger toda la información posible para mantener a Moro y a
la Internacional al tanto de los sucesos. Casi que estamos tentados a formular
la hipótesis que La guerra civil en
Francia, de Marx, se escribió en parte gracias a los informes de Elisabeth.
Una vez en París, desde
el 8 de abril Dmitrieff promovió una serie de movilizaciones de mujeres
proletarias para apoyar a la Comuna y para participar políticamente en la toma
de decisiones acerca de las medidas más urgentes del nuevo régimen popular. En la
noche del 11 de abril, como resultado de estas acciones, se fundó L'Union des Femmes, con una Comisión Ejecutiva
de cinco mujeres y Elisabeth asumiendo la Secretaría General. Esta organización,
que llegó a agrupar aproximadamente hasta dos mil mujeres de París, cumplió
destacadas funciones como organización social y a la vez como organismo político
de la Comuna.
En su primer llamamiento,
la Union saludó a la Comuna mientras hizo
una enérgica invocación a las mujeres a vincularse a los Comités de cada
distrito de la ciudad, a fin de apoyar la revolución en los centros médicos, en
el abastecimiento, en el control de fábricas, en el levantamiento de barricadas
y en el combate armado. En otras palabras, la Union refulgió en la producción, en la política, en la salud y en
el campo de guerra. La consigna inaugural: ¡Luchar
hasta el final por la Comuna!
Elisabeth, una de sus principales dirigentes, sintetizaba una sólida capacidad de conducción política, un socialismo basado en el materialismo histórico, un feminismo temprano y una profunda convicción en el triunfo de la revolución y su irradiación hasta su país natal, la Rusia zarista. Esto le impulsó a actuar sin descanso, a pesar de la bronquitis que la aquejaba durante los convulsos momentos de la Comuna. Ella misma, en un informe escrito al Consejo General de la Internacional, reconoció su infatigable compromiso: «Trabajo duro; estamos movilizando a todas las mujeres de París. Organizo reuniones públicas; hemos creado comités de defensa en todos los distritos, directamente en los ayuntamientos, y también un Comité Central»[3]. Como queda claro, Dmitireff se destacó por su elocuencia de voz, pluma y acción. La política y la revolución conferían sentido y energía a su vida.
Pero esta colosal entrega también se vio reflejada en la organización de las mujeres para luchar en las barricadas, con el fusil y los cañones, con mayor encono en el ocaso de la Comuna. La formación de la legión de mujeres en armas Amazone de la Seine es uno de los resultados más encomiables y memorables. En los combates fuera de la ciudad –donde más lucharon las mujeres armadas– el ejército de Versalles sufrió bastantes bajas, especialmente durante el mes de abril.
A todo esto hay que
sumarle que cuando el espíritu de lucha comunera mostraba signos de agotamiento o
decaída ante los reveses, L'Union
des Femmes y las mujeres desarrollaron una serie de manifestaciones para
reimpulsar la disposición de combate, como aquella de principios
de abril en donde unas 800 mujeres marcharon hacia la Place de la Concorde para luego, desde allí, emprender una ofensiva hasta Versalles y confrontar definitivamente a la reacción.
Lamentablemente, este último tramo no se consumó. Muchos de los balances históricos
sobre los motivos de la derrota de la Comuna, empezando por los de Marx y Engels,
advierten que uno de ellos fue el hecho de no avanzar
militarmente sobre la ciudad del gobierno de Thiers para derrotarlo. La hybris de las trabajadoras revolucionarias fue absuelta
por la historia.
Toda esta actividad no dejó de atemorizar y
enfurecer a la élite francesa y a Thiers. Insultos clasistas y machistas; propaganda
decadente, misógina y hasta biologista; peticiones para ejecutarlas a todas sin
conmiseración; juntos eran parte del guion que recitaban los amantes del orden
del capital. En la Semaine sanglante y en los meses siguientes a la restauración, les
honnêtes gens aplaudieron el castigo a las mujeres que tuvieron la temeridad
de levantarse contra la opresión de clases y patriarcal. Aunque Elisabeth escapó
de la muerte en esos días, sufrió una profunda depresión tras ver la caída de
un proyecto para la emancipación humana. Un gélido sentimiento dominó temporalmente su espíritu. Únicamente el amor y nuevas revueltas
populares lograron recobrar en ella el ánimo por la vida y la revolución, hasta
el final de sus días en Siberia, Rusia, país donde su anhelo de revolución
proletaria se cumpliría en 1917. Pero esto es otro relato.
Elisabeth Dmitrieff, su indomable voluntad, su rechazo feroz a bajar los brazos, su temple de dignidad frente a la capitulación provocada por los cantos de sirena y los sobornos del poder, inflaman hasta hoy los corazones insurgentes.
¡La melancolía por los vencidos nutre la lucha redentora anticapitalista!
[1] Durante
las horas finales de la Comuna, en medio de los combates desesperados de los
trabajadores para contener al ejército del gobierno de Versalles,
varios comuneros recurrieron a incendiar edificios, usando petróleo como
combustible, para ganar tiempo y como mecanismo de defensa. Muchas mujeres trabajadoras
participaron en estas acciones defensivas legítimas, y es a ellas a las que la propaganda
burguesa llamó despectivamente pétroleuses.
[2] Braibant, S. (1993) Elisabeth
Dmitrieff, aristocrate et pétroleuse. Paris: Belfond.
[3] Ibid. También se puede consultar Merriman, J. (2017). Masacre. Vida y muerte en la Comuna de París de
1871. Madrid:
Siglo XXI de España Editores, S. A.
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